Editorial del número 123 de la Revista Carreteras (septiembre-octubre de 2002)
"Mientras el tren corre al aire libre, todo va muy bien;
pero en cuanto entra debajo de un túnel, se nota la más desagradable impresión.
-iPero si no hay ningún peligro!- hubo de objetarle Borghese.
Ya lo sabía, el general tártaro, que no había peligro alguno, ¡qué demonio!
Pero lo que produce impresión desagradable es la obscuridad.
-iPues hágase usted la cuenta de que es de noche!- le replicó el Príncipe,
sonriendo.
-¡Ah, no es lo mismo!
Y el Tu Tung Chen Sung, valiéndose del intérprete, nos explica el por qué.
Nos lo explica, revelándonos una parte de los ignotos horizontes del
alma china y de la refinada sensibilidad oriental.
-La obscuridad de la noche y la de un túnel son completamente distintas.
No se parecen siquiera. La de la noche es dulce, suave; la del túnel,
en cambio, es áspera, brusca, violenta ... Hay tanta diferencia entre ellas
como puede haberla entre la felicidad y el dolor... la obscuridad de
la noche abre, y la del túnel cierra ..."
La mitad del mundo vista desde un automóvil.
De Pekín a París en sesenta días, de Luís Barzini.
Casa Editorial Maucci. Barcelona, 1908
(...)
Algo muy parecido está pasando con los túneles de las infraestructuras de transporte. Parece que las únicas restricciones existentes para la construcción de macro túneles (de 30 ó 50 kilómetros de longitud) son las derivadas de las dificultades técnicas o de los costes económicos, o en el mejor de los casos, de los condicionantes de seguridad. Por ello, el increíble avance que se ha registrado en las técnicas de tunelación, la reducción de costes y las mejoras en la seguridad (tanto en la construcción como posteriormente en la explotación) han hecho pensar a no pocos que casi no existen límites en la construcción de nuevos túneles para infraestructuras de transporte.
Pero es probable que los que así piensen se equivoquen. Un túnel es la vía de entrada en un mundo que no es el nuestro. Algo que nos incomoda y nos restringe, algo que defendemos con la razón pero que rechazamos en lo más profundo de nuestra biología. Este fenómeno social y psicológico no es nuevo, y así los gestores del transporte público conocen desde hace mucho tiempo las penalizaciones que los usuarios otorgan a las escaleras de los metros, o a la profundidad de las estaciones. El impacto social de los accidentes de transporte producidos en los túneles es también, y sin lugar a dudas, buen ejemplo de la profunda incomodidad con la que el hombre moderno se aproxima al mundo oculto que el túnel nos ofrece descubrir.
Mucho nos tememos que en la actualidad se están tomando decisiones sobre la ejecución de espectaculares construcciones subterráneas basadas sólo en las posibilidades de la técnica, de la economía y del diseño. Pero todo puede fracasar si no se tiene en cuenta el factor humano.
Y es que, un túnel es algo más que un túnel.